miércoles, 30 de octubre de 2013

El "cabezota" de la Braña

Lo malo de hacer una ruta en la que se desconoce el terreno, por mucho que se haya consultado en mapas o en aplicaciones como wikiloc, tiene ciertas repercusiones si un servidor es el que toma el mando de la expedición.

He de mencionar que en ningún momento tuve la sensación de estar perdido, porque tanto wikiloc como mi memoria visual, unido a mi gran sentido de la orientación (a veces esta parte de mi cerebro la desactivo automáticamente) nos hizo llegar sanos, al menos a la cumbre; cumbre que por cierto fue variando según iban pasando las horas y los minutos. En principio íbamos a acometer la subida del Mondalindo y al final nos contentamos con alcanzar la subida de la Cabeza de la Braña, que aunque tiene menor altura, aparecía en la guía de montaña (ediciones El senderista) que llevábamos, y eso nos daba cierta seguridad. 

Comenzamos la excursión desde un parking habilitado en el km. 12 de la carretera que discurre desde Bustarviejo a Miraflores de la Sierra. Una vez ataviados con lo indispensable para nuestra caminata (bastones ajustados a la altura necesaria, incluídos), cruzamos la carretera y subimos por un mini sendero que va a morir a una pista forestal.

Al poco de comenzar a andar, una nueva decisión surge en nuestras mentes: el camino de la derecha, o el de la izquierda. Siguiendo las marcas de GR (las clásicas franjas rojas y blancas), tomamos la determinación de girar a la derecha, sin saber que ya desde tan temprano nos habíamos equivocado. Continuamos andando y al cabo de una media hora, aquello no me resultaba del todo convincente ya que nuestro objetivo se estaba situando cada vez más lejos y a nuestras espaldas.

El caso es que efectivamente nos habíamos desviado bastantes kilómetros. Ni mapas, ni wikiloc; nosotros seguíamos las marcas del GR hasta que nos llevaron a una colina, cuyo nombre no recuerdo del todo, y comenzamos a sacar fotos del paisaje que comenzaba a merecer la pena, con ese mar de nubes precioso.


Cuando por fin llegamos a la cima de la colina, nos tomamos un pequeño respiro y cuál fue nuestra sorpresa cuando vimos a un pequeño ternero, apaciblemente tumbado en el pasto junto a su mamá vaca. Justo fue ella, mamá vaca, la que se levantó casi como un resorte y se nos quedó mirando desafiante. Ante esto, Jose, que a veces es un poco cabra-loca, como casi todos los que integran este grupo de senderistas y amantes de la naturaleza, sacó de nuevo su cámara y comenzó a lanzar fotos a diestro y siniestro, sin apenas temer por un posible arreón o embestida del animal. Gema, Maca y yo desaparecimos en apenas dos segundos, mientras él seguía con su tarea...


El episodio de las vacas y el joven ternero nos animó a seguir un poco más y mentalizarnos en el siguiente repecho que teníamos justo delante. A simple vista parece una gran montaña con un desnivel capaz de arrancar nuestro corazón del pecho, pero en menos de media hora llegamos a lo alto de la loma y de ahí pudimos ver a simple vista, el objetivo final, la famosa Cabeza de la Braña.
Volvimos a descansar un instante y continuamos nuestra caminata, hasta alcanzar la cumbre, o al menos lo que suponíamos que era la cumbre, ya que no hay vértice geodésico que así lo confirme. Tuvimos que conformarnos con la guía y wikiloc, que continuaba grabando los datos de la excursión.

Y fue aquí, donde en el collado que teníamos a nuestra vista donde comenzó la aventura de verdad.


Hace ya un tiempo que en una excursión donde alcanzamos Siete Picos y pudimos disfrutar de un rico gazpacho, acometimos el descenso por un sitio poco adecuado. Pues bien, la bajada de la Cabeza de la Braña me llevó a tomar de nuevo una decisión un poco arriesgada y descender entre matorrales que en alguna ocasión nos llegaban a la altura de la cabeza. Fue tal el selvático ambiente que Maca se encontró con una serpiente californiana (demasiado lejos de su tierra natal, intuyo), que obviamente se asustó y se escabulló por la maleza. 
La bajada nos estaba costando más de lo normal ya que tuvimos que pisar y repisar las ramas de los "arbustillos".En cambio, cuando por fin bajamos, resoplamos después del gran esfuerzo que nos supuso bajar de esa forma. Desde aquí, quiero avisar que lo que hicimos no está justificado, ya que los caminos existen y están por algo; en cambio, tomamos ese camino casi por falta de tiempo que por otra cosa.

Al fondo de nuestro camino ya divisábamos una torre en ruinas y la entrada de una mina de plata abandonada, de las que Jose nuevamente capturó con su cámara.



El camino de vuelta fue mucho más relajado y rápido ya que las nubes que por la mañana nos dejaban un paisaje bastante impresionante, ahora se habían encaprichado por querer ocultar el sol y, junto al viento, la sensación de frío empezó a meterse en nuestros cuerpos magullados por la bajada infernal.

La recompensa la tuvimos con el café en Bustarviejo, pueblo que conocía de hace un par de años por haber trabajado en un cole cercano al pueblo... Eso sí, en la próxima excursión garantizamos deporte sano y seguro, jajaja.

Una vez más, y como siempre, agradecer a Jose, Maca y Gema su compañía en esta excursión y la posibilidad de subir montañas de la Sierra Norte de Madrid, casi desconocida para nosotros.





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