jueves, 25 de septiembre de 2014

Castores en el río Lozoya

Supongo que aún seguirás con una media sonrisa porque la rima en sí tiene gracia, pero aunque esta crónica relata el paseo hasta las cascadas del Purgatorio que pertenecen al río Aguilón, lo de Lozoya... Era para despistar, jajaja.
Y como tal, elegimos el pasado domingo para, una vez más, disfrutar de los paisajes que nos ofrece nuestra sierra, y en concreto una zona que un servidor no tiene para nada pateada, como es la zona de Rascafría y sus alrededores.

Los comienzos de nuestras quedadas suelen ser parecidos aunque he de mencionar que esta vez hubo dos aspectos que podrían diferenciarse de las anteriores: uno, que fuimos en un coche rojo, algo descascarillado y cuya velocidad punta solo es de 120; y dos, que esta vez sí que fue "¡Vamos a tomarnos un té!", aunque para variar fui el único que llevó la contraria y tomé mi riguroso y calentito café con leche.

Entre risas, comentarios, planes de actuación para alumnos con necesidades educativas especiales, fichas de trabajo (en este punto Pane y yo casi habíamos desconectado para ponernos al día), metodología, más risas, más comentarios y más fichas, nos dirigimos hacia el monasterio de El Paular, previa parada en una gasolinera para recoger a Natalia.

Aparcamos en el parking del monasterio y pasado el puente del Perdón, continuamos por una pista forestal desde donde se empezaban a ver imágenes ciertamente bonitas.
Las previsiones del tiempo nos habían jugado una mala pasada y a pesar de llevar chubasqueros en las mochilas, como podéis ver el cielo estaba bastante más que despejado, cosa rara a pesar de las lluvias que anunciaban. 

El camino en sí no nos estaba ofreciendo mucha dificultad, así es que paramos debajo de la sombra de un gran árbol para poder escuchar la melodiosa voz de Pane a la hora de cantar el cumpleaños feliz, versión venezolano. Ese mismo domingo fue el cumpleaños de Guillermo, el gran y optimista voluntario, aventurero y buena persona que nos acompañó en la última ruta, "Caminante no hay camino", y al que felicitamos al modo español, como colofón a la gran interpretación de Pane (siempre desde el cariño, claro...).

Antes de todo eso ya habíamos pasado las piscinas de las Presillas, lugar popularmente conocido en verano por: enjambres de niños y niñas que tienen silbatos en lugar de cuerdas vocales y van en campamentos de verano; lugareños y montañeros avezados, que se atreven a probar sus aguas; y nos habíamos parado a comer algunas moras (Nota mental: coge siempre las de color negro de arriba, están más dulces y no huelen a pis de animal), como podéis ver en la foto de la izquierda. La nota mental viene al hilo de la explicación de Seyla: "¿Tú te bañarías en la playa al lado de unos niños?" El caso es que estaban demasiado ricas para dejarlas ahí colgando y tuvimos que reprimirnos un poco para no cagarla y liarla parda.

Después de estas dos paradas y unos cuantos kilómetros más comenzamos a ver demasiada gente por nuestro mismo camino. No recuerdo una excursión donde me tuviera que parar en mitad del camino para dejar pasar a los que bajaban. En fin, era domingo y por supuesto, ellos también estaban allí, sí, sí, esos mismos, una palabra que empieza por domin y acaba en gueros, como la ciudad donde teníamos que recoger a Natalia y que Seyla dijo que empezaba por Alcobendas.

El caso era que ya estábamos llegando hacia nuestro objetivo final y del cual pudimos obtener ciertas y bonitas instantáneas:




Y fue aquí cuando ellos, los mismos de antes, hicieron acto de presencia, acompañados por unos cuantos niños de esos que, por casualidades de la vida, también tienen silbatos en lugar de cuerdas vocales (¿irían en verano ellos allí también de campamento?). Nosotros, a lo nuestro...

Que si una foto aquí....Ahora otra por allí...Ahora decido ser el más loco de todos y me descalzo para ir subiendo piedra a piedra hasta llegar a la cascada más grande... Que si ahora miro cómo un grupo de chinas, coreanas, filipinas, japonesas, tailandesas.... Bueno, asiáticas, se daban un atracón de comida regada con una señora botella de vino... Que si me entretengo en ver cómo varios perros de diferentes colores y tamaños se afanaban por trepar por las piedras con las pezuñas mojadas... El caso es que nadie o casi nadie reparó en que ya habían llegado (ellos) y que se disponían a hacer una dominguerada (término que me acabo de inventar ahora mismo y como estoy de subidón, pues lo coloco aquí...).

Nosotros ya habíamos decidido poner término a nuestras fotos, a nuestros momentos de reflexión y observación del entorno natural, perruno, asiático y demás; nos habíamos colocado en una especie de plataforma o mirador (llámalo troncos y maderas malamente puestos y ensamblados con clavos oxidados), cuando observamos en silencio cómo dos de ellos comenzaban a hacer un camino de piedras emulando a los castores, para que sus hijos y demás familiares pudieran cruzar hasta el otro lado del río. El caso es que la primera vez que les vi pensé que habían visto un pez o algo así que les había llamado la atención, pero no, estaban haciendo una especie de puentecillo con piedras. No se habían dado cuenta que cinco minutos después de colocar algunas piedras, sus hijos ya habían cruzado al otro lado y les esperaban sentados...¡Qué rabia, oye, esto de ser castor. No valoran el trabajo de uno!

Así es que con esa sensación de desahogo y de incredulidad fuimos fijándonos en las piedras para "acampar" y reponer fuerzas. Mientras Natalia, Bego y Seyla disfrutaban de sus manjares y comentaban más aspectos laborales (aún tendrían más tiempo en la bajada), Pane y yo nos fuimos a hacer el loco... Bueno, lo hizo él, yo solamente me dediqué a inmortalizarlo con el móvil y este fue el resultado...





Conseguimos que llegara sano y salvo a la hora del tentempié y, tras un mega tupper de arroz (con toque especial del padre de Pane), diversos bocatas y viandas y una reconfortante siesta, nos encaminamos a descender hacia donde estaba el coche. El camino de vuelta fue ligero y cómodo y sólo nos sorprendió un grupo de monjas que estaban en corro junto a varias familias en la zona de las Presillas. Ya en el aparcamiento donde habíamos dejado el coche aquella mañana, hicimos nuestros respectivos estiramientos (sí, yo también los hice aunque fueron tres), nos dejamos un bastón apoyado no sé donde (Bego, no te preocupes, en el Decathlon por suerte hay más) y nos dirigimos hacia Rascafría a tomarnos un café... Bueno, ya sabéis que es un decir porque ese café se transformó en cuatro limonadas caseras con un toque de hierbabuena y un té; en "La flaca", un sitio peculiar y con una carta de postres alucinante.

El camino de vuelta a Madrid iba a ser largo, ya que nos encontramos una gran caravana nada más coger la A-1, pero ahí estaba puesto en el coche el gran disco de un gran amigo y cantautor, Quique Parodi, que nos amenizó media hora (que es lo que dura todo el disco). Tuvo que ser gracias a Parodi, porque las retenciones al final no fueron demasiadas y conseguimos llegar a esa ciudad que empezaba por Alcobendas, y después a la noble zona del añorado Hislibirs Tabernae.

Termino dando las gracias como siempre a la gente que nos acompaña (a mi físicamente y a José mentalmente) en nuestras rutas y sobre todo a los participantes de ésta, Pane, Bego Natalia y Seyla... Espero poder veros en la siguiente, con mucha seguridad el pico del Nevero, y seguir compartiendo estos momentos tan agradables. Os dejo con los datos de la ruta en Wikiloc:

sábado, 6 de septiembre de 2014

"Caminante no hay camino..."

....Se hace camino al andar". Gran frase de un gran poeta como Antonio Machado, que me sirve como entrada para comentar lo vivido en la última ruta realizada por este especial grupo de personas. Al margen de realizar excursiones con el fin de tomar aire puro, desentumecer los músculos saturados del estrés de la ciudad (aunque todos o casi todos venimos de las vacaciones y no hay excusas...), o dar un tranquilo paseo por los caminos y senderos de nuestra montaña; al margen de todo esto, aprovechamos también nuestras excursiones para buenas causas como ésta que estáis leyendo. 
Por este motivo quiero mandar todo el apoyo y el ánimo posible a un grupo muy especial de personas que intentan superarse día a día en su enfermedad, y a aquellos que les hacen la vida más fácil. Es por eso que esta excursión se medio planteó como un último entrenamiento para aquellos que en breve harán un Camino de Santiago algo especial.

Con este propósito nos encaminamos a realizar una excursión ya planteada con anterioridad y de la cual no se tienen registros aún, puesto que fue imposible redactarla. Además sirvió también para añadirla a la lista que tenemos en  desietepicosacamorritos en Wikiloc.

Comenzamos tomándonos el café de rigor y sobre las diez menos cuarto nos encaminamos hacia el Parque Regional de la Cuenca Alta del Manzanares donde habíamos quedado con Rubén. El camino se nos hizo corto, ya os imaginaréis por qué, y justo cuando estábamos llegando, Rubén nos avisó que el acceso al Parque ya estaba lleno, por lo que optamos por andar desde la entrada hasta el collado de Quebrantaherraduras, que es donde habíamos pensado dejar el coche en un primer momento. Esa parte de unos 3km., no se nos hizo demasiado pesado, algunos tramos por bosque y otros por carretera; y en poco tiempo alcanzamos el mencionado collado.


El camino comienza con unas escaleras y va ascendiendo ligeramente, mientras por la derecha comienzan a verse espectaculares paisajes de la cara más famosa de la Pedriza, desde donde se atisba de manera fantástica la mole de el Yelmo y las Torres de la Pedriza.

Esta primera parte se hace fácil puesto que no hay demasiadas rampas a tener en cuenta y de forma llana, vamos avanzando de manera rápida.

Una vez que terminamos de atravesar un pequeño bosque, una pista forestal se cruza en nuestro camino y vemos una espectacular cuesta que nos hace presagiar (algunos ya nos la conocíamos) la dificultad del siguiente tramo.

Justo antes de seguir subiendo decidimos parar a tomar un refrigerio, y ya de paso comentamos algunos aspectos de nuestras vidas, como nuestros trabajos o el proyecto de Menudos Corazones que se va a llevar a cabo en breve. Guillermo, un nuevo fichaje para este loco grupo de la montaña, y Pane son algunos de los monitores que acompañaran al grupo de chicos en el Camino y por lo tanto nos informaron sobre todo lo que ya tenían preparado.

También nos ayudó esta parada a reflexionar sobre la eficacia de la memorización de las tablas de multiplicar y la resolución de problemas matemáticos y no tan matemáticos de nuestra vida. Sin duda el mal de altura o comenzaba a hacernos mella o es que definitivamente estamos locos de remate, jajaja.
Después de descansar y tomar oxígeno, comenzamos a subir y ya pronto nuestras piernas comenzaron a notar la dificultad de la senda. Entre las sombras del bosque se oían nuestras pisadas y resoplidos y un pequeño mirador a nuestra derecha nos "obligó" a pararnos para deleitarnos con la maravilla de las vistas. Las fotos las incluiré más adelante porque el primer mirador con el que nos encontramos se hizo muuuuucho más grande y fue ahí donde nos paramos más tiempo para retratar nuestros cuerpos serranos y de paso "adoptar" a una perrilla que también quería ser protagonista de nuestra hazaña y de nuestro propósito.



Desde estas impresionantes piedras ya podíamos ver casi casi el final de nuestra ruta.


Nuestra senda llaneaba y ligeramente iba ascendiendo hasta llegar al Collado de las Vacas, desde el cual ya sólo nos quedaba un último repecho entre el final de la ruta y nosotros.

 Ante todo hay que decir que el año pasado realizamos esta misma excursión y justo llegando al final, un par de montañeros nos "picaron" a Pane y a mí y nos convencieron para subir a la Maliciosa, la cumbre famosa que se encuentra al lado de La Bola del Mundo. Esta vez no fue así y decidimos quedarnos donde hubiéramos acabado el año pasado... en la "Maliciosa baja", cumbre que debe ser que solo aparece en mi guía de excursiones.

Cuando por fin llegamos hasta nuestro escondrijo, nos paramos a comer toda la clase de viandas que habíamos cargado en nuestras espaldas. Mencionar, como no, la super ensalada de pasta de Pane, ya conocida en rutas anteriores. Mientras seguíamos descansando y reponiendo fuerzas, algo llamó nuestra atención a nuestra espalda...Por una pequeña ladera vimos como tres mujeres de una cierta avanzada edad (todos calculamos que mínimo tendrían unos 50 años) empezaban a bajar y con paso firme decidían continuar. Les miramos a ellas y luego nos miramos nosotros y creo que nadie pudo decir nada por vergüenza propia...Al menos yo reconozco que no me encuentro en mi mejor forma.

El cielo comenzó a cubrirse de nubes bastante negras como las de la imagen y tras tres avisos en forma de trueno, nos decidimos por recoger rápidamente y comenzar a bajar.
La primera bajada fue algo más complicada por la pendiente y por las rocas, algunas resbaladizas por la arenilla, y otras porque no estaban del todo agarradas al suelo. No nos costó demasiado y al llegar al Collado de las Vacas nos encontramos con las tres mujeres de antes, que habían parado para reponer fuerzas.
Les despedimos y continuamos nuestro descenso mirando más hacia las nubes negras que íbamos dejando atrás que hacia el camino que teníamos que recorrer, haciendo paradas obligadas para inmortalizar uno de los propósitos de esta ruta.




Recorrimos el camino de bajada a buen ritmo y casi al final del todo, Rubén y yo nos dimos cuenta que el resto no nos seguía. Volvimos sobre nuestras pisadas y fue entonces cuando nos enteramos que Pane había decidido comprobar el estado del camino y la dureza de las rocas. Le vimos como una herida ya curada por una tirita en la pierna derecha. No le dimos más importancia, pero cuando nos dijo que esa misma tarde ya en Madrid o al día siguiente le habían dado tres puntos al menos yo pensé que el camino había quedado destrozado, eso por lo menos.

Ya en el collado de Quebrantaherraduras la mente nos hacía pensar en el coche, y teniendo en cuenta que casi no teníamos agua en nuestras cantimploras, intentamos apretar el paso lo máximo posible. He de decir que en esta excursión es necesario llevar al menos dos litros de agua por cabeza en verano y aunque no habíamos reparado en este aspecto, seguro que no se nos vuelve a olvidar más.

Cuando llegamos al coche y dejamos todas las cosas en los maleteros, decidimos bajar hasta el Manzanares el Real a tomarnos un último refrigerio, previo paso por el supermercado para aliviar nuestra sed. Nunca antes me había pasado de esperar la fila en la caja para pagar y habernos bebido casi la mitad de la botella....pero que nos quiten lo bailao, la sed apremiaba y el aquarius estaba tan fresquitoooo....

Y ya por fin nos sentamos en una terracita a tomar una cerveza. Lo de la cerveza es un decir, porque luego nadie se la tomó... Fue igual que esa misma mañana, cuando a las nueve dijimos "venga, vamos a tomarnos un café", y tres personas se piden un té verde...jajajaja cosas de las excursiones y de los excursionistas. El caso es que mientras Guillermo nos hablaba de la optimistología (corregidme si me equivoco) y de la forma de afrontar la búsqueda de trabajo, tres personas con bastones de montaña se nos acercaban. ¿Adivináis quiénes eran? Pues sí, las tres mujeres que dejamos en el Collado de las Vacas justo después de comer; las mismas mujeres habían hecho mucho más camino que nosotros y desde el Parque habían bajado hasta Manzanares andando. Desde luego que mi forma física está por los suelos.

¡¡Y colorín colorete, por la chimenea sale un cohete!!! Perdón, es que se acerca el momento de empezar un curso nuevo y ya se me empieza a notar en las venas. La excursión terminó en el barrio de Pane, con un frustrado intento de tomarnos un batido riquísimo de fresas y despidiéndonos para pensar en una nueva ruta.

Agradecer a Guillermo su incorporación a la excursión y al resto... ¡pues también! Siempre es un placer salir a la montaña y hablar de mil y una historias diferentes.

Os dejo el perfil y los datos de Wikiloc, como siempre...


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